martes, septiembre 23, 2008

ahora si, Amaicha (primer parte)

Para saber la fecha, tengo que forzar la memoria y recapitular; no me interesa. A Amaicha traje el viento, la tierra por suerte ya estaba y la combinación me lleno los ojos.
Con un dato me baje del bus y me recibió un punto con otro dato en la mano. Mejor conocido: camine. No exagero si digo q, en la esquina, con cuatro ejemplos ya estaba enamorado de este pueblo. A esa altura, poco me importaba el destino; las casas de adobe casi en ruinas, sus puertas de madera gastada, el tono pastel de sus paredes. Quería hablar, preguntar. En una esquina un hombre en moto se dispone: habla más rápido que yo y le entiendo la mitad. Me acerco y el perfume le olía a tinto. –Yo le llevo. Y no podía decirle que no. Monto con la mochila y arranca para cualquier lado. Me pasea por el pueblo y me sorprende la habilidad que tiene para pisar todas las grandes piedras del camino, tan grande su habilidad como su suerte para no terminar en el piso. Antes de pasar por tres hosterías que no eran las que yo buscaba y un almacén cerrado, le pregunto el nombre: Chotque, me dice y oigo choque. Vamos bien: Arriba de una moto, por calles de tierra y piedra, con una mochila de treinta kilos y la maneja un borracho que se apellida choque. Choque?, le pregunto. Chotque, es mi apellido. Mi nombre es Víctor. Después de dar vueltas me dice que ya sabe donde quiero ir. Riendo me deja y mas se ríe cuando le digo que en un rato paso por su casa a tomar unos vinos.
Hasta ahora aprendí varias cosas. Desde antes sabia que el estigma del petiso, es tener que cortar la mayoría de sus botamangas. Ahora se que el estigma del que hace dedo, es que los mejores camiones que nos pueden llevar, siempre pasan por la vía de enfrente y también, y muy importante, que los primeros amigos que uno hace en un nuevo lugar son perros, borracho o chicos. Y en cualquier orden.
Víctor se alejaba riendo, aunque en realidad se reía desde mucho antes de que le preguntara donde quedaba el lugar que en ese momento tenia enfrente. Si les dijese que el lugar era el ejemplo máximo de la simpleza, me quedaría corto. Adobe, tierra, piedras como escalones, hamacas, tierra y adobe. Y ahora venia el perro. En dos segundos, mi campera verde, mis pantalones marrones, se llenaron de tierra. Cachorro vino corriendo y se me echo encima con desesperación y cariño, Cachorro que después fue Atila. Y al Rey fue al único que encontré en el lugar y ahí comprendí su festejo.
Otra vez mochila al hombro y sin esfuerzo camine las calles de Amaicha: dos nomás, hasta la despensa donde Víctor se disponía con un tinto y una gaseosa. Riendo a carcajadas me levanto el vaso a modo de invitación, otra vez no pude decir que no. Descendiente de indígenas, se fue de Amaicha de joven a laburar al norte; hace cuarenta años volvió para no irse nunca mas. Entre el tinto y la charla, repite varias veces que a el le gusta ayudar sin interés ni discriminación, que ayudando se siente bien y que así las cosas valen mas. No por borracho menos sabio. Me despido con otra promesa de vino y me voy a buscar donde dormir por la noche. Voy por el segundo dato y en búsqueda de una pareja amiga de Moreno, que conocí en Tafi. El segundo dato también vacío, claro que estábamos en la hora santa de la siesta, y de los de Moreno ni noticias. En el camino un chico me cuenta que a la noche hay joda, un grupo de cumbia viene al pueblo: veo los preparativos, la emoción. Mientras camino y muerdo un pedazo de pan, no salgo de mi asombro. Este pueblo es hermoso. ¿Lo sabrá la gente que vive en el? La pregunta me angustia un poco.
Me pierdo en el camino y encuentro una hostería sin nombre: llamo con las palmas y solo me responde la mirada dormida de un perro. Un patio rectangular descubierto da a un salón de diez por diez; hay habitación y comida, solo resta esperar. Hace unos días se me termino el papel para el tabaco, veo un servilletero y recuerdo viejas épocas: tomo un par, las guardo y con la ultima me armo un pucho. Me siento, lo fumo y pienso: esto no me lo quita nadie, y recién empieza. Cada día que pasa, me siento mas seguro de mi no-camino, de mi camino hacia ningún lugar.
Al rato escucho pasos y descubro un pasillo angosto oculto a la derecha del salón, en el un hombre mayor me recibe y basta con dudar dos segundos para que me rebaje el precio de la habitación: cuanto menos gaste, mas lejos voy a llegar. Dejo la mochila y tomo unos mates. El hombre me cuenta sus cosas, algo de su vida (después sabría que no todo, no lo mejor). Me indica un lugar para visitar: una virgen tallada con cara de indígena sobre un olmo de 300 años. Una maravilla, me dice y ya solo su voz viva y ronca me convence. Después, por voluntad, nuevamente me pierdo en el camino y termino jugando a la pelota con Emmanuel y algunos chicos del lugar. La escultura es lo de menos –pensaba- y el camino hacia ella me descubre un lugar más humilde y más hermoso todavía. La gente me incluye en sus días, me sonríe y me saluda. En el camino me detengo en un círculo de piedra y lloro. La pregunta que antes me angustio ahora la uso para limpiarme los ojos de la tierra, aunque quisiera guardármela para siempre.

15 comentarios:

Anónimo dijo...

Contá el secreto del viejo!! No seas así. Beso. Soy Sol.

Anónimo dijo...

Ah y donde es Amaicha, en Tucumán?

Anónimo dijo...

hola hermosooooooooooooooooo esto que escribiste prosa deliciosa, una abrazo grandeeeeeeeeeeeee lidia

Anónimo dijo...

hola hermosooooooooooooooooo esto que escribiste prosa deliciosa, una abrazo grandeeeeeeeeeeeee lidia

Anónimo dijo...

Hermano mio, leerte me llena los ojos de lagrimas y orgullo, de alegria y felicidad, solo con saber q tu alma se siente libre, como siempore quizo sentirse.
Salud y buena vida.
Juani.

Anónimo dijo...

que lindo tu relato!! y me llena de orgullo!! quiero mas!!! Papá

Anónimo dijo...

yo también quiero mas, por donde andas? un gran beso,lidia

Anónimo dijo...

Agustin, no nos conocemos hace mucho, pero suficiente fue ese verano de desventuras en mi apestosa morada con los pibes para darme cuenta que sos un gran tipo.
Con unos huevos enormes y una conviccion muy grande como para emprender un viaje de esta calaña.
Loco te felicito, no solo por lo que estas viviendo, sino por lo que trasmitis al hacerlo.
Muy groso tu relato. Y desde aca, vamos a estar todos los que alguna vez pensaron hacer lo mismo que vos, leyendo tus relatos para poder imaginarnos como habria sido.

Abrazo grande papa!!

Diegote

Anónimo dijo...

Te fuiste a recorrer el camino que de niño solías buscar con la mirada
Esa de ojos deliciosamente azules que hurgaban bulliciosos lo que había a tu alrededor, inquietamente movedizo, solías explorar escudriñando todo aquel territorio que te rodeaba.
Solíamos preguntarnos a que se debía tal inquietud era algo que no podíamos definir, ahora descubrimos que era la ansiedad de nuevos rumbos indefinidos, pero reales, el recorrido de tus ojos inmensamente azules encontraron la senda que tempranamente solías intentar , saltando de donde estuvieras sin importar donde fueras a caer.
Un beso grandote lidia

Anónimo dijo...

Agustin, te quiero mucho, anònimo. verdaderamente anònimo.

Anónimo dijo...

Metele mas foto idolo, por donde andas ahora??? un abrazo grande. Javija.

Anónimo dijo...

Agus... sos un capo, me hiciste poner la piel de gallina loco. Lo que estas viviendo y cómo lo contas se siente muy vívido. T mando un abrazo y seguí relatando tus andanzas! El ninio.

Anónimo dijo...

Buenisimo el relato... Postal en prosa! Espero que andes bien. cuidate, un abrazo! Juan (Merlo)

Anónimo dijo...

sos nuestro nuevo gran heroe...insipiras mucho con todo lo que contas.

"Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
caminante, no hay camino,
se hace camino al andar"

Suerte estes donde este, El Negro

Anónimo dijo...

Gracias por los comentarios. Voy a seguir hasta que me pudra, obviamente. Y cuando lo haga, me voy a dedicar a escribir una telenovela bizarra para Venezuela que se va a llamar "Anonimo, verdaderamente anonimo". Salu